Homenaje a los ángeles de la guarda

Mañana de un día cualquiera de finales de mayo o principios de junio.

Seguro de diario porque a estas alturas ya no quedan fines de semana libres.

5.50. La Avenida de Viñuelas sigue descansando salvo tímidos atisbos de lo que será un día más de actividad frenética.

Extrañamente vestidos con botas, camiseta y pantalones cortos, dos personas rompen el silencio con un coche en el que comenzar la jornada laboral.

8.00. Ya estamos en Barco de Ávila. Localidad ajena a los ritmos urbanitas. Mientras en Madrid ya ha pasado el momento más difícil de la hora punta, aquí es hasta difícil encontrar un sitio donde tomar un café. Los pocos transehúntes miran con extrañeza a dos visitantes a estas horas "de la madrugada".

9.00 El coche ya no puede avanzar más por la pista forestal y comienza el verdadero trabajo. Localizadas las cumbres principales en el mapa, queda ahora olfatear, sentir, escuchar la montaña...

Ritmo muy ágil porque no sabemos lo que nos encontraremos. Falta un mes y medio para que vengamos con 40 chavales. Los enamorados de la montaña sabemos de su magia y capacidad de crear experiencias inolvidables, pero también de sus peligros y del debido respeto que se le debe.

El ritmo de subida es fuerte aunque no haya sido pactado. No es fácil lograr un día en el trabajo para poder dejar cerrado en el itinerante. Habrá que comprimir en una jornada lo que para ellos serán tres y las horas de luz son limitadas. Mejor apretar en la zona conocida y dejar espacio a los imprevistos.

Durante el viaje en coche hemos venido hablando de la vida, de los problemas, del trabajo y de la fe. Ahora el discurso cambia expontáneo y queda ocupado por los chavales: "yo creo que esto lo hacen en un par de horas" "¿dónde les aseguramos el agua?" "tenemos que mirar esta pista ancha para ver si sirviera de evacuación si hubiera algún incidente".

Vamos a mirar esta loma a ver si por aquí les quitamos 3 kms.

Se acumulan los kms entre los propios de la ruta, los de las razonables dudas, algún equívoco, y los que permiten descartar las trochas que no nos van a servir y que ya con los 40 serían errores que complicarían el itinerante.

"¡Hay un refugio! ¡aseguramos cubrirse de la lluvia, el sol y el frío!" ¡Qué bonito es esto! ¡les va a encantar! ¿Y si les llevamos a este otro sitio para que lo vean?"

"¿Tú crees que les gustará?".

Toca ya regresar. Lo básico está cerrado. Los detalles quedan para las bicis de montaña en el precampamento. Por whatsapp compartimos con los monitores las fotos de rincones increíbles a dos horas de Madrid. Así ellos también se pueden ilusionar con el regalo del itinerante de este año. Y los coordinadores hoy dormirán más tranquilos sabiendo que uno de los retos más importantes parece, al menos, enfocado.

Solo tras un rato en el coche el cuerpo empieza a expresar que nos hemos pegado una soberana paliza con distancias propias de Camino de Santiago, pero a 2000 metros de altura.

Nos queda la experiencia de un aventurón y la ilusión de que sea el espacio propicio para que la experiencia quede grabada en el corazón de nuestros, vuestros hijos.

Los ángeles de la guarda no pueden disfrutar de la parte más bonita, de los gritos admirados de los chicos al llegar a la Laguna, al ver los valles en los que nosotros nos fijamos solo de paso pendientes de no quedarnos sin luz...

Pero sin ellos no sería posible la alegría y el disfrute de estos jóvenes.

Por eso, mochila al hombro, entre quejas, vaciles y la alegría de estos jóvenes, en cada curva doy gracias por la preocupación de Carlos, que no pudo acompañarnos este año; por Fernando que este año no pudo cambiar el turno de cirujías, solo faltaba, para cerrar el itinerante de este año; de Juanlu que apretó la agenda para que apareciera un día inesperada en semanas que son complicadas... Y Raúl, que sigue velando por nosotros.

Hace dos años le enviaba las fotos de la ruta que luego sería la del mítico Trampal que es casi leyenda en la parroquia. Fue solo unos días antes de que exigiera a su enfermedad la tregua que le permitiera acompañar a su hijo en su comunión para, pocos días después, aceptar el injusto dictamen que era ya ineludible.

Dos años después, su hija María, disfruta del itinerante que él disfrutó en fotos desde su ventana en La Paz. Y, en la noche estrellada, una tintinea de forma especial recordándonos que, sentado junto al buen Dios, sigue de cerca nuestra evolución por las Lagunas de Barco y, como el resto de nuestros ángeles de la guarda, vela por nosotros.






Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo: Raúl sigue ente los suyos, que son los nuestros.
    Un abrazo, Feli, desde Tres Cantos. Sed Felices!

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  2. Sin duda nuestros Ángeles nos guían, protegen y alientan. La montaña siempre enseña, ha de ser respetada e inspira. Impresionante todo el trabajo previo, durante y después del campamento, Gracias por todo a todos.

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