El niño que no juega o tiene una espina en el pie, o la tiene en el corazón

Esta es una frase que marcó mi formación como monitor, hace más de dos décadas, y que me acompaña como un mantra a la hora de programar, construir y desarrollar el tiempo libre. Entendemos así el campamento, como el lugar donde todos tenemos que jugar, y el espacio en el que quitamos, como sea, las espinas del pie y del corazón.

Y podéis estar tranquilos. En el campamento, todos juegan. Incluso los que tendrán que volver a tomar conciencia de sus espinas en el corazón al regreso a Tres Cantos. Pero, aunque sea por 12 días, aquí nos encargamos de anestesiarlas.

En Santiago de Aravalle hay 284 personas. 12 que viven de forma continuada en el pueblo. 62 que multiplican la población en tiempos de verano. Y otras 200 que configuran una improvisada población que pasa a ser de las mayores de toda la comarca.

Salvados los lógicos ajustes de los primeros días, tenemos ocasión de poder compartir con vosotros las vivencias de estos días.

El ambiente de campamento es abrumador. Los niños juegan con los palos, las piedras, los insectos, los árboles... Los adolescentes inundan la esplanada de vaciles, provocaciones y risas muy muy sanas... En otro rincón los universitarios hacen su aportación con sus reflexiones sobre el sentido de la vida y el futuro.

La cocina, un año de estos se lleva la michelín. Entretanto, les concedemos la estrella de bandejas vacías y de niños que preguntan ilusionados qué van a comer este día: al fin y al cabo el mejor de los regalos.

Entre monitores, un trabajo ingente y un clima que sería la envidia de claustros de colegios e institutos.

Estamos, muy, muy bien.

Hemos salvado los primeros días que siempre vienen con los riesgos de la adaptación a las aguas. Y solo sumamos cuatro puntos de sutura y tres de aproximación por un fortuito encontronazo en un juego. Si no te hemos llamado, es que no eran los tuyos.

El campamento entra en una fase que se convierte en desafío para todos. Hoy entre monitores de percibía la tensión que anticipa que queremos volver a ser capaces de hacerlo juntos. Tres monitores, con ojos vidriosos, confesaban que están emocionados, expectantes, anhelantes porque la parte más exigente del campamento comience por fin.

Los mayores regresan de la Laguna de Barco, a mas de 2000 metros, para concluir su itinerante. Se encontrará con ellos la seccion de mediados, 48 que es una barbaridad, que empiezan su itinerante de tres días.

En la campa se suceden las actuaciones, talleres, gynkanas... Y, por instantes, cuando la atención a los niños lo permite, es posible disfrutar de una experiencia impagable... La mirada a la izquierda permite ver, muy en la distancia, la hilera de mochilas de los mayores... A la derecha, la hilera de mochilas de los medianos que comienzan su aventura... Hacia el frente, los niños juegan en sus talleres...

Nos estamos pegando una paliza soberana, que sirve de colofón a un trabajo ingente durante el año....

Pero qué orgullosos nos sentimos de ser capaces de responder a las inquietudes de niños y jóvenes de distintas edades, y de sentirmos parte de un equipo que es capaz de llevar a cabo, con normalidad y sosiego, una planificación aparente imposible y solo al alcance de los mejores.